He
pintando insectos desde que era una niña. Serpientes, moscas, mariposas e
incontables bichos aparecen en mis pinturas y grabados. Con ellos festejo la
existencia de esta pequeña fauna, que me sirve para expresar un sentimiento de
soledad y aislamiento que me acompaña desde la infancia. Yo no sabía lo que
suponía crecer en Japón, allí la sociedad es muy uniforme y te empujan a
comportarte de una manera que no se corresponde con lo que realmente sientes. Solía escaparme a un estanque cercano, donde
me entretenía durante horas, observando y recogiendo insectos y otros
animalillos. Disfrutaba de esa experiencia distinta a lo que vivía en casa y en
el colegio; con el tiempo, aquello me proporcionó una firme conciencia sobre mí
misma y la comprensión de que el mundo se extendía más allá de mi propia
experiencia.”
Fumiko Toda
Rabietas, conductas de oposición, miedos y
ciertas inhibiciones, expresadas a
través de vergüenza ó timidez, acompañan a l@s niñ@s durante su desarrollo. En
ocasiones, se atribuyen a cambios que ocurren en el entorno familiar y en la
vida del niñ@, como pueden ser el
nacimiento de un hermano, la asistencia a un nuevo centro escolar, la modificación
de la situación laboral de los padres, un proceso de separación…..Ante estos
acontecimientos, los padres perciben que sus hij@s comienzan a demandar mayor atención y ven como aumentan
los pedidos de ayuda en tareas que ya hacían solos y ahora dicen no poder;
también aparecen actitudes de oposición
a la hora de seguir las indicaciones de los adultos. Los padres quedan
a la espera de que una vez pasado el tiempo, que le permita a sus hij@s
acostumbrarse a los cambios acontecidos, estos comportamientos y actitudes
cesen. Entienden, al actuar de este modo, que algunos comportamientos en sus
hij@s están relacionados con los temores, la incomodidad y los sentimientos
contradictorios que una situación nueva les despierta.
También existe un malestar que va
ligado a los cambios que se producen durante (y que hacen posible) la
maduración. Este malestar surge de las tensiones derivadas de los procesos de individuación, o lo que es lo
mismo, de la necesidad de lograr una
identidad diferenciada de la que proporcionan los padres, y de las progresivas adaptaciones a la realidad, que l@s niñ@s, deben ir
realizando. En principio, l@s niñ@s no están sujetos a la realidad, sino al
mundo de la fantasía y de la imaginación, que transcurre al ritmo que marcan
sus impulsos y sus afectos. Son los padres quienes los ponen en contacto
progresivo con la realidad, a través de los hábitos de cuidado y de
determinados límites, que les permiten frenar primero e ir transformando después,
su mundo emocional e impulsivo. Esta transformación, que permite la apropiación
de la realidad, no se realiza sin una dosis de conflicto y ambivalencia en los afectos. Observamos como l@s niñ@s expresan esta
ambivalencia cuando declaran el amor hacia uno de los padres, y más tarde lo
niegan; cuando muestran su negativa a la hora de estar sin los padres, pudiendo
dar muestras de indiferencia en otro momento.
Según los recursos de cada niñ@ y el apoyo que recibe del ambiente, la tensión
psíquica surgida a partir de estos procesos, encontrará distintas vías de expresión. En unos casos, un
mal comportamiento señala el conflicto que atraviesa el niñ@, en otros, ciertos
temores y fobias son testigos del efecto que las fantasías derivadas de la
angustia tienen sobre los más pequeños…Estos síntomas pueden ser más ó menos
severos, mostrando así la intensidad del conflicto y la angustia del niñ@, y
pasajeros, cuando están ligados al logro de una mayor madurez. Se trata de una
circunstancia distinta, cuando este tipo de síntomas se establecen como una forma permanente de
enfrentar la tensión psíquica y no conllevan el avance hacia la maduración,
sino al contrario, con el paso del tiempo, el funcionamiento y autonomía del
niñ@ es más limitado, favoreciendo que la madre ó el padre queden siempre
cerca. En estos casos, se precisa de atención especializada.
Por otro lado, nos podemos encontrar con niñ@s
que no muestran dificultades a la hora de adaptarse a las demandas de la
realidad y expectativas de los adultos. Se muestran conformes y no manifiestan
malestar. Esta fácil adaptación, suele ir acompañada de satisfacción por parte
de los adultos, debido a lo fácil y exitoso que resulta la tarea educativa. Pero
esta adaptación, que puede ser calificada como excesiva, a las demandas de la
realidad, no implica que se este produciendo un desarrollo saludable. Hay que
considerar, que una adecuada adaptación a la realidad es el resultado de un
proceso en el que tienen lugar continuos ajustes entre lo impulsivo, lo
afectivo, la fantasía y la realidad. El niño se aproxima, explora y asimila la
realidad, partiendo de sus afectos; al mismo tiempo, que va organizando y
constituyéndose su propio mundo interno.
Un
desarrollo saludable no implica
únicamente una buena adaptación a la realidad externa, sino que también es el resultado
de una adaptación a su propia realidad interna, ó lo que es lo mismo, la
organización de su mundo afectivo. Cuando se produce una adaptación excesiva a las demandas de la realidad, esta no se deriva de los procesos de maduración,
sino que está basada en una fuerte identificación con las figuras adultas. En
muchos casos, se trata de una forma de enfrentar un exceso de ansiedad. Esta
maduración aparente se resquebraja con el paso de los años, cuando perciben un aumento en las demandas escolares y cuando, con la llegada de la adolescencia, aumenta el
protagonismo de lo impulsivo. Esto provoca gran cantidad de ansiedad que desorganiza
el comportamiento y que precisa en muchos casos de mecanismo obsesivos para su
control.
Otro aspecto ha tener en cuenta, es cuando se
produce una rápida adaptación al
ambiente en periodos muy tempranos del desarrollo, es preciso cierta precaución
a la hora de hacer una valoración positiva de este hecho. En muchas ocasiones,
madres y tutoras esperan que l@s niñ@s se adapten rápido al nuevo centro
infantil, sin muestras de rechazo y llantos, que delaten la angustia del niño. Ante
estas expectativas, nos podemos preguntar si es lógico, que niñ@s de muy corta
edad, en un espacio con el que no están familiarizados y en ausencia de figuras
de referencia, no den muestras de angustia. Apoyándonos en nuestra imaginación
podemos observar como nos sentimos si quedamos en un lugar desconocido, sin
puntos de referencia seguros y conocidos que nos sirvan de guía. A esto, hay
que sumar, que l@s niñ@s de corta edad no cuentan con suficientes recursos para
manejarse en el ambiente y ante adultos con los que todavía no han desarrollado
una relación confiable.
La ausencia de
manifestaciones de angustia en situaciones como la descrita, puede ir
acompañada de una inhibición en la curiosidad, en la exploración del entorno y
en el juego; actividades, todas ellas, fundamentales para el desarrollo de los
futuros aprendizajes. En otras ocasiones, el malestar que no aparece en estas
situaciones, puede aparecer más tarde y mostrarse a través de dificultades en
el sueño ó la alimentación.
Un aspecto fundamental, para que l@s niñ@s
avancen hacia una adaptación saludable, es el desarrollo de la capacidad de
jugar. El juego de interés, en este caso, no es el juego reglado, tampoco el
juego que requiere de la imitación ó de la presencia obligatoria de juguetes.
La capacidad de jugar implica que el niño pueda transformar un objeto en un
juguete y un espacio cualquiera, en una zona de juego. A través del juego, el
niño despliega su imaginación y fantasía sobre los objetos de la realidad y comienza
a establecer los vínculos entre una realidad externa, que tiene que reconocer y
compartir con los demás, y su propia realidad interna, que va construyendo
conforme avanza en su desarrollo y maduración.
“….para
dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas, no sólo pensar ó desear, y
hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer.” D. W. Winnicott
Imágenes: Fumiko Toda.
Referencias
- Orazi, L.
V. Neurosis en los niños (2013) en Seminario “Clínica en los niños”.
Trabajo no publicado.
- Winnicott,
D. W. Realidad y Juego. Ed. Gedisa, Barcelona, 2002.